lunes, 2 de diciembre de 2013

El Medio Ambiente en los Medios de Comunicación




En la estrategia “Cuidar la Tierra” de la UICN se dice textualmente: “Lo que la gente hace es lo que la gente cree. A menudo unas creencias ampliamente aceptadas tienen más poder que los decretos gubernamentales”. En tal sentido, la información que reciben los ciudadanos por los medios de comunicación es, con frecuencia, la única vía de formación a la que tienen acceso tras finalizar sus estudios elementales.
Aunque los periodistas se ven muchas veces limitados por el tiempo que tienen para publicar una noticia, los medios de que disponen para hacerlo y las incertidumbres reinantes sobre el tema en cuestión en el momento de tratarlo, ello no exime al periodista de su obligación de ser riguroso al transmitir la información, ya que lo que diga puede ser aceptado por la opinión pública como un “dogma de fe”, más aún si los lectores son habituales de un determinado periódico o informativo. Aparece aquí un problema con la información medioambiental, y es el que se crea cuando los medios con tendencias ideológicas bien definidas interpretan a su antojo las informaciones que les llegan desde los investigadores y técnicos especializados.
Pero el rigor puede representar en ocasiones un arma de doble filo, pues en temas como el medio ambiente no suele haber periodistas especializados, que manejen bien el lenguaje técnico, y suelen incurrir en uno de estos dos errores: o bien interpretan mal la fuente de información y publican auténticas barbaridades o se dedican a citarla extendiendo un mensaje demasiado técnico que el público no llega a comprender.
Por lo general, los problemas ambientales que aparecen en televisión ocurren en partes muy diferentes del mundo (los vertidos de petróleo en las costas de California, el transporte de residuos nucleares en Alemania, el tsunami en Japón y la posterior alerta nuclear de Fukushima, etc.). En cambio, los problemas locales, que afectan más directamente a los ciudadanos, no son tratados por los medios de la misma manera, simplemente por resultar menos “impactantes”. Además, los medios, con esta estrategia sensacionalista, le están haciendo un flaco favor al ciudadano, puesto que esos problemas ambientales pueden ser percibidos por las personas como fuerzas insuperables frente a las que nada se puede hacer y ante las que el público reacciona con enfado, frustración y finalmente indiferencia, con lo que no se consiguen cambiar los malos hábitos de los individuos.
Esto es así porque no se informa sobre los procesos que llevan a la generación del resultado, sólo se muestra la catástrofe (el vertido de petróleo) y no se habla de su origen (la extracción en alta mar) ni del fin que lo provoca (llenar los depósitos de los vehículos al mínimo precio posible).
Conseguir transmitir al público en general el mensaje de que la protección del medio ambiente afecta directamente al desarrollo de nuestras actividades cotidianas, sin llegar a provocar en el receptor ese pánico o indiferencia que le impida actuar, es el gran reto que tienen por delante los medios de comunicación en estos momentos.
La complejidad de los problemas ambientales hace que ni los mismos científicos se pongan muchas veces de acuerdo en sus orígenes y mucho menos en el alcance de sus consecuencias, pero esto no exime de responsabilidad al periodista que debe ser responsable de lo que publica, y debe exigírsele que desarrolle el mismo “periodismo en profundidad” que aplica en otras categorías.



Jesús Ángel González de la Osa

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